Cuando una verdad se abre camino hacia la conciencia, a veces lo hace de forma perturbadora. Quizás esto es lo que le pase al personaje de Otra cosa no queda cuando pierde el sueño una noche de verano. Y el saber de un deseo que le sorprende le indica el camino: un viejo álbum de fotografías. Allí localiza el testigo ?imagen por imagen? de una verdad que pulsa por hacerse oír: los secretos familiares. Cada una coagula una historia que el autor despliega paulatinamente en una narrativa tan ágil como amena, una tras otras ?como las cuentas de un collar?, dilucidando así la verdad de una historia que hasta ahora había permanecido ausente. La ficción ?podemos argüir?, quizás sea una forma de recuerdo que se añade a las reminiscencias autobiográficas. Desgranar el texto es coser una vida. Todo sucede en el pabellón de noche. Pero la noche no es el lugar oscuro y lúgubre donde se sacuden los más terribles fantasmas, no. La noche quizás sea nada más (y nada menos) que el fondo donde cobran vida los coloridos destellos de recuerdos que sólo en ese espacio pueden salir, al abrigo del ruido, de la luz cegadora (hay l