Según la elaboración histórica catalanista, 1714 significó el final de la soberanía catalana y el comienzo de la opresión española. Sin embargo, fue precisamente entonces cuando comenzó la prosperidad de Cataluña, que pronto se destacaría como la región más industrializada de España. La política proteccionista benefició durante dos siglos a una industria catalana que gozó privilegiadamente tanto del mercado nacional como del colonial.
Además, Cataluña fue la metrópoli imperial española del siglo XIX, así como la principal beneficiaria del tráfico y tenencia de esclavos. La intransigencia de los industriales catalanes ante las reivindicaciones autonomistas y librecambistas de los cubanos fue la chispa que prendió la guerra independentista. Y, tras el 98, pasaron en un instante del más exaltado patriotismo español al separatismo.
En el siglo XX la burguesía catalana, separatista cuando le convino, fue el principal apoyo a la dictadura de Primo de Rivera y protagonista esencial del alzamiento del 18 de julio. Y Cataluña fue la región más beneficiada por la política económica del régimen franquista.
De todo esto no suelen hablar los promotores del eslogan «España nos roba».