«Pensar y redactar el obituario juntas ha sido una buena manera de hablar de distintos temas. He aprendido mucho sobre mi madre mientras debatimos qué incluir y qué no.»
Con la ayuda de su hija, una mujer nonagenaria trabaja obstinadamente en la redacción de su obituario. Quiere que contenga la información exacta, y que incluya algunos detalles biográficos que lo hagan destacar entre el resto de los obituarios del periódico local de New Hampshire, el pequeño pueblo donde ha residido gran parte de su vida. Llevan ya varios años trabajando en ello y han acumulado muchos borradores. Ahora, aislada por culpa de la pandemia, le preocupa no poder terminar su proyecto a tiempo. Por suerte aún les queda el teléfono, con el que madre e hija pueden seguir hablando y reconstruyendo su historia y las particularidades de su día a día.
Con un estilo directo y enunciativo, Erica Van Horn nos ofrece una narración singular que abunda, como si fueran notas breves en un diario, en esas reflexiones que brotan cuando el tiempo se detiene y podemos observar la realidad con distancia y claridad. Reuniendo detalles del pasado y el presente, así como recuerdos de infancia, consejos y lecciones de vida, Erica Van Horn va formando el retrato en mosaico de una mujer excepcional, con sus costumbres y sus manías, sus rituales inmutables y sus excentricidades. Una pieza lírica, bella y concisa, con abundantes toques de humor, que trata sobre la fugacidad del tiempo y la maravilla de la existencia.