Óxido, el excelente debut literario de Lara López, cuenta el final de una historia de amor.
Las fotografías se amontonan sobre la mesa. Una mujer quiere saber por qué las cosas no han salido bien y para ello ordena sus fotografías, soldando momentos íntimos aparentemente intrascendentes.
Mientras se reposta en una gasolinera, una breve conversación sobre el amor, de repente caducado, puede hacer que todo un año se oxide.
Lugares tan distantes como Daimuz, San Francisco o Barcelona aparecen en las fotografías de Óxido, un puzzle donde las piezas, láminas de aromas que estallan en la boca, acaban encajando, soldadas unas a otras, y brillan como el metal.