Este libro es una aproximación a la obra cinematográfica de Jean Claude Rousseau, una circunnavegación o un asedio. Dado que para Rousseau la imagen es un don, no hay una explicación de su cine, porque su cine se acoge, se recibe, se experimenta como una suma de destellos. Su cine es un extraño animal fuera de todo canon, cercano a Daniele Huillet y Jean-Marie Straub, riguroso y ascético, pródigo en reverberaciones, de una inmensa fertilidad en su cruce con otras disciplinas. Un cine en el que la línea deviene abstracción, en el que un gesto puede ser el primero o el último, en el que el espacio se disuelve en roces y el tiempo cronológico se astilla ante el impacto de la pura presencia. Este libro, entonces, solo puede auscultarlo, para dar cuenta de la espesura del bosque de sus capas, de su carácter de poliedro facetado, de numen o fractal. El cine de Rousseau como un lento tesoro de descubrimientos, el precio a pagar por el extraño privilegio de habitar una imagen: sumergirse y desaparecer en ella, estar en todas partes y en ninguna.