Durante la Gran Depresión, el polaco Kazimierz Nowak decide dejar su país y a su familia para trabajar como corresponsal extranjero y fotógrafo. Realiza dos viajes en bicicleta por Europa, y en 1928 alcanza la Tripolitana italiana en el Norte de África. Aunque por problemas de salud y dinero se ve forzado a regresar a Polonia, toma entonces la determinación de cruzar algún día de norte a sur el continente africano. El 26 de noviembre de 1931 pisa de nuevo África, y desde Trípoli va a recorrer varios miles de kilómetros en dirección al sur en su vieja bicicleta. Su llegada al oasis de Maradah en el Sábado Santo de 1932 causa consternación entre los funcionarios a cargo del puesto. Nadie puede entender qué está haciendo un ciclista polaco en medio del desierto.
Viajando solo, Nowak a veces visita aldeas nativas para comprar comida o escuchar leyendas locales. Se encuentra con tuaregs, con fellahin en Egipto, a los orgullosos watusi, los pigmeos babinga, bóeres de trasvaal, hotentotes, bosquimanos, primitivos abasalampasu, hausas… A medida que continúa su camino, el sonido de los tam-tam va extendiendo la extraordinaria historia del blanco solitario y su extraño vehículo.