La segunda mitad del siglo XV sembró la semilla de la inquietud y la curiosidad, no exentas de codicia y ambición, necesarias para llevar a las naciones europeas a la exploración de tierras desconocidas en la búsqueda de gloria y de riquezas aparentemente inagotables. Pero todo ello no fue producto del azar, si no del desarrollo de las técnicas de navegación con la incorporación de nuevos instrumentos, de la evolución de la cartografía y de las mismas embarcaciones, con el objetivo de trazar nuevas rutas comerciales que evitaran el monopolio que ostentaba el mundo islámico en el Mediterráneo oriental. Estos diarios de viaje llevan a los escenarios donde se labró esta evolución en la península ibérica, a las islas Canarias, que supusieron una escala necesaria, y, en definitiva, a un mundo nuevo que se descubrió en la otra orilla de un mar que, por entonces, dejó de ser tenebroso.