Nuestra civilización, basada en el pensamiento europeo ilustrado, exige hoy una fragmentación y diversificación. La globalización fue un proceso de colonización tecnológica y de sincronización que hizo converger diferentes temporalidades históricas en un único eje definido por la secuencia Premodernidad-Modernidad-Posmodernidad-Apocalipsis. Los problemas que acarrea esta cultura monotécnica, que prioriza formas específicas del conocimiento vinculadas al deseo de medir, calcular y dominar, están llevando al agotamiento de los recursos naturales, la degradación de la vida sobre la Tierra y la destrucción del medioambiente. Fragmentar este futuro que se presenta hoy como inevitable no supone oponerse a la inteligencia artificial o el aprendizaje automático. Tampoco volver el tiempo atrás. En todo caso lo que pretende es escapar de la fantasía transhumanista que subordina a los otros seres a los términos de su propio destino y proponer una nueva agenda y una nueva imaginación tecnológica que abran paso a diferentes dinámicas entre lo humano y lo no-humano. ¿Pero es posible afrontar este desafío sin pretender r