El patriarcado la tiene blanda. Algo se pudre en el reino del charco, los indicios y síntomas aumentan y se multiplican. De tanto contemplarse gozando de su impunidad, el macho alfa no ha visto surgir la obsolescencia de sus propios atributos y funciones simbólicas. Vigor, combatividad, coraje, control: los viejos cánones occidentales están en curso de fosilización. El macho alfa se apaga, sus poderes se debilitan. La época es histórica y los hechos innegables. Los criterios y ficciones virilistas caducan a medida que la tecnología sustituye a lo humano. Fuerza y potencia físicas: los músculos de estos señores, a la automatización se la trae floja, drones y exoesqueletos se acoplan y se despliegan por todas partes. Las formas y estrategias de opresión seculares se revelan ineficaces. Intimidar a un algoritmo resulta tan poco concebible como culpabilizar a una base de datos. Los programas son insensibles al chantaje afectivo, la inteligencia artificial hermética a los efectos de la testosterona. El cojonócrata ya no controla nada a parte del tamaño de su barba. Las chicas codifican y las niñas se rí