Sólo el dueño del arte del cinismo consigue llevar a cabo la formidable tarea de la distinción, ese saber "ver las cosas como son"; pues el cinismo tiene siempre algo de develador, de desenmascarador de la mentira más o menos institucionalizada.
Ambrose Bierce (1842-1914) es un ingenio quemado por el espíritu de la verdad que va incendiando a su paso templos y palacios, y lo hace con textos breves y claros; pues, como sabían los antiguos, el lenguaje de la verdad es sencillo. Frente a las alambicadas explicaciones, frente a la complejidad del engaño, la verdad tiende a ser breve y clara.