Un texto visceral a medio camino entre la confesión, el poema en prosa y el ensayo filosófico, que reflexiona sobre la sensación de tiempo detenido en que nos sumimos cuando perdemos a alguien cercano de forma repentina. Introducido por unas páginas brillantes y conmovedoras que el escritor Max Porter redactó para la segunda edición inglesa, este libro está formado por unas entradas de diario que Riley escribió durante los meses siguientes a la muerte de su hijo, seguidas de un epílogo más extenso escrito posteriormente en el que la autora se afana en describir esta condición de la vida alterada; un estado doliente, entumecido, para el que Riley solo encontraba paliación a través del ejercicio íntimo de la literatura.