Hay en Las Furias una extendida experiencia de condena y de redención a través de lo matérico elemental, tan cálida y permeada en el léxico, claro, pero también en el tipo de luz y el olor que irradia cada poema, en la variada experiencia del tacto de las personas que los habitan? Y en la factura final del verso y su ritmo: preciso, con una amplitud semántica que le permite referir el todo que nos compone. La dimensión existencial y la cotidiana. Aquí están esas coordenadas que nos reducen a la nada contenida de la espera y está también la gloriosa materialidad del mundo, repelente y acogedora [?]. Transitar por este libro es trazar la cartografía de un tramo significativo de la vida en lo que esta tiene de macroestructura, de conciencia existencial ?ahí opera su arquitectura fuerte y su rica referencialidad cultural? pero también desde su honda superficie: aunque nos esté arrebatando lo más amado, la fisicidad de la realidad es siempre más elocuente y acogedora que los conceptos o incluso las verdades que genera.
Julieta Valero