Todo al Norte no es un diario de viajes convencional, sino que, más bien es la reconstrucción, minuciosa en la medida de lo posible, de los recuerdos de un viaje realizado casi cuarenta años atrás. Y donde no llega la memoria aparecen las pruebas en forma de billetes de tren, notas al margen de un libro o en la portada de un mapa, la búsqueda de los lugares, no siempre evidentes, donde se tomaron las fotografías y la deducción que impone la lógica sobre los recorridos o los trayectos entre un lugar y otro. Lo que parecía obvio a veces no lo es y, entre los recovecos de los recuerdos, la memoria es, a veces, engañosa, sugiere suposiciones o hechos que jamás sucedieron, o, por lo menos no del modo en que han perdurado entre las neuronas.
Casi cuarenta años han transcurrido del periplo narrado, un viaje de juventud del que se ha perdido, además de esta, el detalle en los recuerdos, las imágenes de los lugares, la memoria de las circunstancias. Así, la construcción de este diario pasa por la reconstrucción de los días que se sucedieron en la búsqueda de un límite, el del norte de Europa, allí donde se acaba el camino, porque no hay más, y los días enlazan consigo mismos en la estival ausencia de la noche. Más que un diario de viajes se trata de la recreación de un viaje transformada en el diario que debió ser en su día.