La vieja lucha de clases y sus reivindicaciones económicas y materiales han dado paso, en nuestros días, a nuevas consignas multiculturales e identitarias que reclaman su espacio en el tablero político. ¿Hemos de privilegiar uno de estos frentes, o es posible encontrar un terreno de compatibilidades y objetivos comunes, una estrategia global que unifique, en una suerte de «teoría del todo» sociopolítica, las reivindicaciones de clase y las demandas de los diferentes colectivos oprimidos? La solución que nos propone este ensayo consiste en trabajar aquello que, despectivamente, se ha denominado con el nombre de pospolítica (la batería de reivindicaciones simbólicas, ideológicas o identitarias) como base para llevar a cabo ulteriores conquistas materiales basadas en la transversalidad. En este escenario, surge además un nuevo agente que altera la ecuación: varones caucásicos, occidentales, de clase media y heterosexual claman al cielo por no poseer el suficiente reconocimiento mediático a la hora de expresar sus opiniones y controversias, ya sea por el temor que les depara una creciente pérdida de privilegios