En esta obra se relata un viaje singular que culmina en la forma de un juego no menos singular. Es un viaje en el que los dos protagonistas salen de sí mismos a fin de reconocerse al mirarse el uno en el otro. Cuando, tras su largo caminar, llegan a la cumbre de la montaña y aparece ante su atónita mirada la fantástica, la enciclopédica ciudad de Musapol, se inicia el juego. Un juego mecánico-poético y oracular anunciado en las misteriosas reuniones que un grupo de seres excéntricos tenía en un lugar próximo al madrileño Viaducto.
El itinerario que se cierra al avistar Musapol y que, desde esa ciudad, se abre a El Juego de las Salas de Salas tiene como precedentes los viajes que Ignacio Gómez de Liaño relató en Arcadia y Extravíos. En esta última novela se detalla la invención de un juego poético que tiene su broche de oro en El Juego de las Salas de Salas. De hecho, los experimentos poéticos que se llevan a cabo en la isla de Coloane, cerca de Macao, se inspiran en realidad en los juegos que el propio autor realizó en Ibiza, según puede leerse en En la red del tiempo 1972 1977. Diario personal.