Definir a un canalla es sencillo. Los canallas son ese tipo de individuos a los que expulsan de la cárcel por mala conducta. El concepto de mangurrino ya es más complicado de especificar. Se trata, esencialmente, de un sinvergüenza que, pese a serlo, despierta simpatías generalizadas. Es una mezcla de pícaro, fresco, infeliz y más cosas. Todos hemos conocido personas de esa clase, a las que se les perdonan muchos defectos porque nos caen bien.
En este libro el lector hallará –a poco que busque– seres de ambas categorías, cómicamente descritos en biografeas (género inventado por el autor y que consiste en detallar la vida de la gentuza). Podrá elegir reírse de un amplio catálogo de personajes políticos, científicos y artísticos, a los que se ha puesto como chupa de dómine a causa de sus maldades o sus trapisondas. Desde Homero y Buddha hasta Freud y Sánchez Dragó, se ha satirizado en escritos breves a todo tipo de bípedos merecedores de un buen varapalo. Y se ha hecho de la forma más amena y variada, utilizando los más diversos géneros literarios y pintando sus retratos con ese óleo multicolor y maravilloso que es el humor y que sólo los seres verdaderamente inteligentes y sensibles saben apreciar.
Enrique Gallud Jardiel (Valencia, 1958) pertenece a una familia de raigambre literaria, pues es nieto de Jardiel Poncela, el gran humorista. Es Doctor en Filología Hispánica y ha enseñado en universidades de España y del extranjero. Pero este autor parece ser tan canalla o mangurrino como aquéllos de los que se ocupa, porque se sospecha que sus libros no los escribe él, sino un «negro» que tiene a su disposición y al que mantiene encerrado en un trastero de su casa, encadenado a una mesa y alimentado de manera muy precaria. Su «negro» literario, al parecer, es realmente de raza negra, por una irónica casualidad, y se llama Morongo. Él es quien de veras se merece la gloria –y no digamos el dinero– que el desaprensivo de Gallud Jardiel está logrando con sus numerosas obras de humor.