Ricky Lavado retrata las grandezas y miserias de la vida de alguien corriente. Sus relatos están llenos de música y golpes de bombo, de tardes enteras rodando sobre un monopatín, de viajes por Europa y giras por Norteamérica, de calles de barrio y amistad de la buena, de la magia escondida en las cosas más simples. Hay humor, desgarro y, como dice Lucía Lijtmaer en el epílogo, tiene un tono tierno, implacable y extremadamente físico.