África ya estaba ahí en los inicios de lo que ha venido en llamarse civilización. Y por eso, aunque no sólo por eso, también forma parte con voz propia del futuro de la aldea global. Éste es el mensaje que recorre la obra de Cheikh Anta Diop, Naciones negras y cultura. En el momento de su publicación, en 1954, dicho mensaje, construido como una tesis doctoral, resonó como un descomunal exabrupto en algunas de las tribunas ebúrneas -en el sentido de intocables, pero también de «blancas»- de la Academia: egipcios negros; paternidad negroafricana del «milagro griego» y de sus logros; Einstein o La Marsellesa expresados hasta el menor de sus matices en lenguas africanas...
El escándalo fue amplificado, y se convirtió en mayúsculo, en el ambiente de emancipación anticolonial de la época. La ideas de Diop incendiarían los círculos intelectuales africanos, primero los francófonos y, luego, sobretodo, los afroamericanos. Pero, el establishment académico internacional -es decir, todavía hoy, occidental-, tras capear el temporal, ha construido un espacio de silencio alrededor de las pistas abiertas por NNC y, por tanto, de inactividad científica. Este silencio choca con el clamor que continúan engendrando en medios africanos, y que demuestra la vigencia de los planteamientos y de las preguntas diopistas, pese a las inevitables deudas de juventud de la obra. Esta sordera, aun siendo recíproca en cierta medida, constituye sin duda uno de los grandes pecados, ya no morales, sino utilitaristas, de la Academia occidental: ¿por qué no escuchar lo que dicen -y escuchan- los africanos, en especial si se quiere actuar sobre el continente? La presente traducción, que quiere contribuir a colmar el vacío de voces africanas en lengua española, es otra puerta de entrada para repensarnos al tiempo que repensamos a los otros: tal como imaginaba Diop, Naciones negras y cultura era y es un punto de partida, no de llegada.