La vida de Francisco, una vida que está alcanzando la vejez, transcurre en la soledad de la ladera argentina de la Cordillera de los Andes. Su casa ni siquiera forma parte del pueblo, aislada entre los nevados declives y los montes de pinos y araucarias, pero ha aprendido a vivir en esas condiciones e incluso ha conseguido que los vecinos sean complacientes con él y sus excentricidades.
En su rutina no cabe nadie más que su perra y un trabajo solitario, de modo que no sabe cómo actuar la mañana en que tres desconocidos armados, dos hombres y una joven embarazada que parecen estar huyendo de alguien, irrumpen en su cabaña. No imagina qué pueden querer de él ni comprende la historia de caos y desolación que traen consigo: dicen que abajo, en las ciudades, en todas partes, la civilización ha desaparecido; dicen que el mundo humano ha dejado de funcionar; dicen que a partir de ahora, todos deberán aprender a sobrevivir. Y Francisco, tan rehén del revólver como de la incredulidad, acabará comprobándolo por sí mismo cuando los guíe hasta el pueblo y lo encuentren vacío, con las casas abandonadas y los animales liberados.