La muerte sin maestro viene a ser el testamento poético de Herberto Helder. Y funciona como un rito. El poeta, a la altura de la edad, en el umbral entre vida y muerte, en ese finis gloriae mundi en que se encuentra, vuelve a pronunciar -con exaltación y melancolía y con un lenguaje irracionalista, versicular y deslumbrante- los principales motivos de su decir poético: amor, eros, fascinación ante la figura de la mujer... y siempre, como telón de fondo, la vibración de un cosmos incesante.