«Campanadas a medianoche» encarna en el personaje de Falstaff dos de las grandes pasiones de Orson Welles. Shakespeare, por una parte, fue siempre uno de sus grandes referentes pero nunca con tanta exuberancia como en ese espectáculo de nuevo cuño que él pergeñó a partir de diversas obras, primero en teatro y después en cine. Welles se sentía profundamente identificado con este caballero amante de la buena vida al que situó en el centro de una trama que, como buena parte de su obra, habla del poder y de la corrupción, de la amistad y de la traición. España, la segunda de estas pasiones, fue el escenario del rodaje del que, prematuramente, sería el último largometraje de ficción terminado por Welles.