«Arde Madrid» en los suicidas y en los artistas destruidos por la enfermedad, la heroína y la locura; arde en la derrota y en la melancolía de toda una generación; arde en la atracción por el vacío de un adolescente homosexual, y por su derrumbe emocional y físico; arde en París; arde como un recuerdo que quema en el exilio; arde en el reencuentro de una ciudad y de un país devastados por el tiempo; arde en este libro, y en el relato de una España posible, de una historia posible, al fin contemporánea del resto de Europa, y en su fracaso.