Cambiar el destino de una persona es tan sencillo como colocarte delante de ella para desviar su trayectoria. Y sin embargo, no empleará más de un segundo en esquivarte sin reparar en ti: nunca habrás existido. Pero esa ínfima rectificación del camino previsto le obligará a fijarse en algo que de otra manera le hubiera pasado inadvertido. Le hará acordarse de ese recado que lleva días postergando, provocará la entrada en un estanco, en una zapatería quizás. Esos hechos, insignificantes en apariencia, desencadenarán una serie de sucesos que nunca hubieran ocurrido de otra forma.