Alejarse de la ciudad, tomar el tren que sale a cada hora de la estación de Concha y llegar a Puentes Grandes, al caserón de la familia Borrero junto al río Almendares. Conocer, entrar en los secretos (ingenuo-diabólicos) de esta familia extravagante; en su extraño y trágico destino. Presenciar cómo penetra en la casa, sin avisar, un joven poeta maldito (enfermo) llamado Julián del Casal... es la aventura que nos propone Elizabeth Mirabal en esta novela que fascinó al jurado del Premio Iberoamericano Verbum de Novela 2014. Y nos lo sugiere con equilibrio, con semejante demonismo al de sus personajes, con un lenguaje de extraordinaria madurez.
Esta es la sorprendente, sutil indagación en la interioridad de una familia, de varios poetas y de una época. Mirabal no solo realiza una reflexión sobre los años decisivos de la historia cubana de finales del siglo XIX y principios del XX, sino que, además, agrega una pieza para descifrar en qué nos hemos ido convirtiendo. La isla de las mujeres tristes es una primera novela que no parece una primera novela. Una carrera literaria no se puede abrir con mejor principio.