El personaje de Barra americana deambula entre la sosegada y mezquina paz de los campus universitarios del Midwest y el desbocado ajetreo de las fiestas playeras y los concursos de miss camiseta mojada en el Spring Break de Florida; entre los locales nocturnos del blues de Chicago y un motel en el South Side regentado por una dominatrix muy sensible; entre Disneyworld y el Mall of America; entre las vacas sagradas de Wisconsin y el béisbol como metáfora; entre los clientes de Cheers y la Maxell Corporation of America con su mecanismo de casete silencioso.
En Barra americana los personajes aceptan prácticas de riesgo narrativas, forman parte de artefactos literarios, se dejan guiar, por un tour operador alucinado, en un viaje al corazón de las nieblas y los tornados, a la medida aventura de los manglares, a la inercia de los campos deportivos. Mitad relato de ficción mitad crónica, en este libro la memoria inventa su propia caducidad y la historia íntima se escribe con materiales ajenos.