Relatos de amor y desamor en refinerías, mares, librerías, filmotecas. La muerte en todas partes: por el cuerpo de actrices pornográficas, en vagones del metro, dentro y fuera de ríos. Ausencias y dolores, relatos trágicos que resultan cómicos y viceversa. Intensidad, violencia y bruscas contemplaciones. Anatomía de lo raro que surge de lo cotidiano. Relatos sobre la mentira y la traición. El robo, la equivocación. Pero también mucho sentido del humor, ironía. Para los monstruos, nosotros somos los monstruos. Y ahí, en esa frase, está la monstruosidad de la condición humana, que no es capaz de reconocerse a sí misma como equívoca, falsaria, y que tarde o temprano termina por acudir a relatos como éstos para descubrir, con miedo, su miserable y risible comicidad e insignificancia.