EL amor es un perro del infierno constituye una densa antología que abarca tres años de trabajo (1974-1977) de un Bukowski ya en plena madurez, el que conoce el aficionado y espera el neófito, bestialmente sincero, alérgico a los paisajes edulcorados, entregado sin concesiones a lo que le importa y siente, las mujeres, su escritura, el juego y la embriaguez, su mundo de perdedores en la ciudad de Los Ángeles. A menudo ácido, y casi siempre cínico, no todo es sucio realismo ni provocación individualista en sus versos; hay también una mirada existencial que desnuda el absurdo cotidiano, la condición humana, el alma del poeta. Este contraste se extiende al estilo, donde la vulgaridad prosaica convive con un refinado oficio poético, y se hace paradoja en el destino literario: marginal y solitario por vocación, acaba cosechando una adhesión multitudinaria con sus cantos íntimos de significación siempre universal.
O también: desafortunado en el amor, sale al fin ganador en su opuesta estética.