Desde Mariano José de Larra, no ha existido en España un periodista más conocido y con más poder que él. Experto en el arte de mentir, fue el inspirador intelectual de los GAL y, poco después, maniobrero en la utilización de la lucha paralela contra ETA que con tanto ardor había defendido para acabar con Felipe González. Tras ser expulsado de Diario 16 intentó quitarle el periódico a su presidente y los que ayudaron a éste a oponerse a la OPA, acabaron fulminados años después desde El Mundo. Desde entonces, ha puesto y quitado ministros y presidentes de Gobierno a su antojo, tiene en sus manos a banqueros y a grandes empresarios y hasta Mariano Rajoy, tras plantarle cara cuando quiso desposeerle de su cargo tras perder las últimas elecciones generales, se ha convertido en uno de sus aduladores. Pedro J. Ramírez es el único reportero español con una piscina ilegal para cuyo uso han tenido que prevaricar presuntamente tres gobiernos. capaz de acusar a un político de corrupción por poseer tres casas cuando él y sus socios tienen veinte. de culpar a un vicepresidente de obras ilegales en su vivienda cuando él ha hecho lo mismo. de tomar parte desde Diario 16 en la fuga de «La Dulce Neus» y posteriormente encarcelar a su abogado por causa de su vídeo-sexual. de encabezar la lucha contra el fraude del lino cuando su familia estaba en falta, y de inventarse una falsa trama del 11-M para tranquilizar su conciencia cuando el PSOE le devolvió la factura al PP por haber utilizado, instado por Ramírez, la lucha contra el terrorismo para ganar las elecciones. Definido por muchos como sórdido personaje ávido de poder, insaciable y pretencioso hasta la desmesura, maquiavélico y diabólico, dominante, absolutista, iluminado, mesiánico, que aspira a tener el universo a sus pies, el mundo en sus manos, es el periodista que más se ha envuelto en la bandera de la libertad de expresión para defender sus asuntos particulares y muchas veces mezquinos. Temido y odiado a partes iguales, fue el inductor de la operación de creación de La Sexta para hundir al imperio de Polanco, y hasta José Luis Rodríguez Zapatero le teme más que a un nublado. «Si algún día tengo que acabar con Ramírez, lo mataré pero a besos», ha dicho. José Díaz Herrera, el periodista que, en una ocasión particularmente delicada, le salvó de ese lugar por donde no pasa ni el expreso de medianoche –según reconoce el propio Ramírez–, descubre ahora la verdadera e inquietante personalidad de un individuo que ha marcado con su impronta el panorama sociopolítico español de los últimos 25 años.