El ocaso del pensamiento es el quinto y penúltimo libro de E.M. Cioran escrito en rumano. Y también su libro menos conocido. Tras entregar a su editor en Bucarest el manuscrito de De lágrimas y de santos (marginales 100), en 1937 Cioran se trasladó, antes de su publicación, a París con una beca del Instituto Francés de Bucarest, ignorando el escándalo que causaría en su país este libro que los críticos llegaron a tachar de «sacrílego». Tal vez por este motivo Cioran decidiera instalarse definitivamente en Francia. Sin embargo, la publicación en Rumania de El ocaso del pensamiento en 1940 parece confirmar la hipótesis de que Cioran se desplazó en más de una ocasión a su país durante la guerra. Debido tal vez a las circunstancias en que apareció, el libro pasó entonces desapercibido y de él nada más se supo hasta que el autor autorizara la versión francesa en 1991. No obstante, El ocaso del pensamiento es un libro importante en la trayectoria del pensamiento de Cioran, ya que, junto con Breviario de los vencidos (de publicación), cierra lo que podríamos llamar la «etapa rumana», pues, a partir de entonces, empieza a escribir en francés y, según él mismo reconoce en 1974 en una carta a un amigo, «al cambiar de idioma, rompí con toda una parte de mí mismo, en todo caso con toda una época de mi vida». Aún impregnado de las revelaciones que le brindó la lectura de los místicos, del estado místico que él definía como «esa sensualidad transcendente», pero ya muy cercano a la implacable lucidez que caracterizan sus amargos silogismos, escribe en este libro : «El enfriamiento de las pasiones, la moderación de los instintos y la disolución del alma moderna han hecho que perdamos la costumbre de sentir el consuelo de la furia y han debilitado la vitalidad de nuestro pensamiento, de donde emana el arte de maldecir. (…) ¡A esto nos han conducido siglos de educación y de erudita majadería ! En otros tiempos, los mortales gritaban, hoy se aburren. La explosión cósmica de la conciencia ha sido sustituida por la intimidad. ¡Aguanta y revienta ! Esta es la divisa que distingue al hombre moderno». Pero, en otro lugar, afirma : «El papel del pensador es retorcer la vida por todos sus lados, (…) volver incesantemente sobre todos sus entresijos, recorrer de arriba abajo sus senderos, darle mil vueltas al mismo aspecto, descubrir lo nuevo sólo en aquello que no haya visto con claridad, pasar los mismos temas por todos los miembros, haciendo que los pensamientos se mezclen con el cuerpo, y así hacer jirones la vida pensándola hasta el final».