Lo que cuenta en la supervivencia de un arte como el del actor es, sobre todo, preservar aquellas cualidades humanas necesarias para ejercitarlo de una manera libre y plena. Si se trata de triunfar a toda costa como Marilyn Monroe o como Marlon Brando, todos los medios para lograr el ansiado éxito profesional parecen valer la pena.
No obstante, hay que ser conscientes del alto precio que suele pagarse por ello y, asimismo, en un ejercicio de realismo vital, saber que la mayor parte de los actores y actrices concluyen su formación o su relación laboral con el arte de la actuación sin fama, sin dinero y, en el mejor de los casos, con poco trabajo.
Quien descubra un lugar de pertenencia que vaya mas allá del éxito social deberá descubrir también, mientras aprende a no desmoralizarse, que no debe someterse a la inmoralidad del todo vale con tal de alcanzar el estrellato y el reconocimiento de los medios y el público.
En este sentido, y desde la óptica de la enseñanza del arte de actuar, ¿cuáles son los límites a los que debe atenerse un pedagogo? ¿Hay principios claros en los extremos del arte del actor como los hay en los deportes extremos? ¿Es perversa, en definitiva, la aplicación del método interpretativo del Actor’s Studio?
A pesar de que los contenidos teóricos de los estudios iniciales de Stanislavski y su articulación con el psicoanálisis, la Gestalt o el psicodrama han proliferado y miles de escuelas en el mundo han pretendido ocultar el hueco metodológico propiciado por Lee Strasberg con aportaciones psicológicas que facilitaran la búsqueda personal,
Jorge Eines opina que se trata de un inmenso error: cualquier individuo es libre para autolesionarse, pero un profesor no debería impulsarlo a que lo hiciera.
La técnica es una regla de seguridad; de lo contrario, el arte se desplaza hacia un extremo en el que ya no hay arte. Así, la técnica de la interpretación es concebida como un proceso en el cual el actor o el alumno de Arte Dramático se interrogan a sí mismo sobre los límites de su propio arte.
En Hacer actuar, el actor en formación y el ya formado (si esto es posible, pues un actor nunca
está formado del todo) encontrarán una firme, vibrante y esclarecedora defensa de la técnica
como esencia del oficio de actuar que hace factible la aparición del talento, pues éste, en opinión
del autor, no se posee: se conquista.