¿Se puede enseñar a vivir? Resulta llamativo que las personas directamente implicadas en tareas educativas -padres y docentes- sean las más escépticas acerca de esa posibilidad. Lo que en abstracto parece evidente -la influencia de la educación- resulta menos claro cuando se desciende a los casos concretos. En muchas ocasiones no se ve la relación directa entre el comportamiento de los educadores y los resultados obtenidos: “¿Qué he hecho mal?” es una pregunta que surge una y otra vez en la cabeza de padres angustiados. La meta de la educación es ayudar a formar personalidades inteligentes, es decir, que estén en buenas condiciones para llevar una vida feliz y digna. Para ello tenemos que desarrollar los recursos personales del niño o del adulto. Este es un libro de psicología emergente, de pedagogía optimista, científico, práctico y bienhumorado, que estudia la formación de esa personalidad, y que se opone a una visión trágica de la educación. Propone un gran modelo educativo, poético y sensato. Los padres solos no pueden educar, ni tampoco la escuela. Nunca lo han hecho. Siempre ha sido la sociedad la que ha educado a través de ellos. En cambio, en este momento, parece que tienen que educar contra la sociedad. Por eso se sienten desbordados. Necesitamos una movilización educativa de la sociedad civil. Lo más sabio que se ha dicho en pedagogía es el proverbio de una tribu africana: para educar a un niño hace falta la tribu entera. La conclusión de esta obra es clara: se puede aprender -o reprender- a vivir. ¿Nos decidiremos a hacerlo? Esto es ya tu problema.