Desde la caída del comunismo viene produciéndose un enfrentamiento entre neoliberales y antiglobalizadores cada vez más exaltado. Con cierta perplejidad, el comienzo del siglo XXI asiste a un apasionado debate entre los defensores a ultranza del capitalismo y los representantes de un pensamiento supuestamente radical. El conocido filósofo pascal bruckner alza, en este brillante y polémico texto —merecedor del Premio Libro de Economía 2002—, la voz del disidente contra los mitos, simplificaciones y paradojas de la sociedad contemporánea. miseria de la prosperidad (un eco del clásico miseria de la filosofía, de Marx) constituye un apasionado alegato en defensa de la tradición humanista europea: es la economía la que tiene que estar al servicio del hombre, de su salud, su cultura, educación y enriquecimiento moral, y no al revés. En la realidad, en cambio, la economía de mercado se ha impuesto a escala mundial, mientras la intelectualidad progresista parece empantanada en un utopismo obtuso y apocalíptico, que sigue viendo en Estados Unidos y el capitalismo la fuente de todo mal y contempla la democracia parlamentaria como una falsificación burguesa. Pero unos y otros comparten el error de haber hecho de la economía la nueva religión, con su liturgia, sus santones y oráculos, su lenguaje para iniciados y hasta su mensaje redentor. Y si antaño se esperaba de la economía que librara de la necesidad al hombre, tal vez ahora la pregunta sea: ¿quién puede librarle al hombre de la economía?