El hombre es un ser pensante y necesita pensar. Incluso como ser orante el hombre necesita pensar frecuentemente. Lo que ocurre es que hay dos maneras diferentes de hacerlo. Se cierran los ojos y se piensa. O bien, por el contrario, se abren los ojos, se contempla un objeto y se piensa. Los pensamientos serán de distinta condición en ambos casos. En el primero constituyen un mero desarrollo de ideas preexistentes, tal vez sólo una simple repetición de los mismos prejuicios; en el segundo caso la mente se ha hecho receptiva a aquello que el objeto le revelaba, y desde ahí ella elabora, construye, desmonta. Al margen de su mayor o menor acierto, hay una clara diferencia a favor de esta segunda manera de pensar: resulta más higiénica, más saludable. Un cuchillo de monte, una balanza, un ordenador, una goma de borrar. ¿Tan difícil es transformar esa contemplación en oración contemplativa?